Dra. Mirna Loizate de Ganoza
Una Experiencia de Parto Diferente Viviendo a 4,000 m.s.n.m. en plena cordillera de los Andes Peruanos quedé embarazada de mi segundo hijo. La única forma de llegar a la casa hacienda donde vivíamos era a caballo. Reconozco que desde el primer momento la zona me fascinó; los andes peruanos son ricos en paisajes, en calidad y calor humano, en trabajo y en diversidad de comidas. Durante mi estancia allí asistí muchos partos y vi con qué facilidad la mujer paría en cuclillas y entre ellas mismas se ayudaban o a veces con el esposo con maniobras y tratamientos naturistas, muy largo de explicar pero realmente interesantes y enriquecedores. Fueron 12 años maravillosos de vida y durante el primer año fue que me embaracé de quien es actualmente mi único hijo hombre. Rodeados de gente campesina mi esposo y yo considerábamos que era indispensable me hiciera un examen médico como mínimo a los tres meses de gestación. ¿Qué representaba esto para mi?. Pues viajar 12 horas a caballo con tres meses de embarazo y una hija de 3 años en brazos ya que a veces la pequeñita se cansaba de viajar en brazos de la persona encargada de transportarla. Los caminos escabrosos de 60 cm. de ancho con el precipicio por un lado y la peña por el otro, nunca me hicieron desistir de la idea de reconocer que aquello era un paraíso. Muchas veces con persistente lluvia, abrigados con un poncho de rica lana teñida con nogal, hilada y tejida especialmente a medida, sobre el cual llevábamos otro poncho impermeable de jebe, además de casco y botas. Aquello era tan impresionante y maravilloso como en estos momentos se lo están imaginando. Como ven hasta ahora en ningún momento he manifestado que mi estado (el de embarazada) me impidiera realizar la travesía a pesar del cansancio natural que a cualquier ser humano le pueda causar. Les estoy hablando de la sierra norte del Perú, del departamento de la Libertad específicamente de la hacienda CALIPUY. Luego de 2 jornadas de 6 horas cada una, a caballo o a mula ﷯llegábamos a nivel del mar, a la zona denominada Casa Blanca, aún perteneciente a CALIPUY donde ya teníamos el beneficio del transporte y en camioneta viajábamos a la ciudad de Trujillo lugar de residencia de la familia, mas no nuestro centro de trabajo, puesto que mi esposo era administrador general de la mencionada hacienda además de hijo de uno de los dueños. Luego del examen ginecológico y los análisis clínicos necesarios y la tranquilidad de saber que todo estaba bien, después de una semana aproximadamente emprendimos el regreso a CALIPUY. Nuevamente 2 jornadas de 6 horas a caballo pero esta vez de subida con todos los inconvenientes normales que trae cualquier viaje así sea en avión; como por ejemplo necesidades biológicas y alimentación que se solucionaban de acuerdo a las condiciones del ambiente y de lo previamente preparado. Nuestra lonchera tradicional era: cuy frito, cachangas, máchica y siempre chocolate caliente. Otras veces, empanadas, cecinas, pan de yema etc., y muchas veces bajamos a tomar agua de algún río, con el sombrero. Al narrar estos momentos es algo maravilloso recordar que nunca me molestó el embarazo, ni lo sentí como un obstáculo en esas travesías, que hoy a los 60 años no me imagino repitiéndolas (entonces tenia 30 años). Regresamos y permanecimos en nuestro trabajo hasta que cumplí 8 meses de gestación; naturalmente yo era mi propio médico y me controlaba los latidos con mi esposo y un estetoscopio de PINAR. Por los movimientos noté cuando mi hijo se acomodó en posición céfalica y fui llevando mi embarazo de la forma más normal y divertida que puedan reconocer. Me caí varias veces jugando con mi hija mayor, bajando de algún cerro, otras veces me asustó algún toro bravo y tuve que correr, como también recuerdo haber comido toda la fruta que podía, arrancada por mí misma de los árboles. Debo decir que tenia mucho miedo de perder a mi hijo a tal punto que por momentos yo misma me aseguraba de que estaba vivo con palmadas y hablándole en voz alta para que se moviera. Mi temor se debía a que mi hija anterior nació y falleció a los 2 días y medio por un mal congénito, producto de una descalcificación (encéfalomeningoceles). La psicología normal de la embarazada hace que una piense así y como en ese entonces yo no conocía, como conozco ahora, recursos para combatir el temor, fue poco el ajuar que preparé para mi bebé. Cuando llegó el momento de bajar a Trujillo para dar a luz, todas mis amigas, que a la vez eran mis empleadas o vecinas, se asombraban de mi osadía y me aconsejaban que me quedara a dar a luz ahí ofreciéndome ellas atenderme. Por supuesto que ni siquiera lo pensé por dos cosas: Una por ser profesional y conocer los riesgos, la otra, por la experiencia anterior que había tenido dos años atrás. Ensillamos los caballos, los mulos de carga, se preparó el personal arriero, y el arriero especial que llevaría cargada a mi hijita de tres años y medio de edad ( hoy, con 42 años de edad, felízmente casada y madre de 6 maravillosos hijos, mis nietos). En esta oportunidad me preparé desde varios meses antes, cuando seguidamente teníamos que viajar a los rodeos en las vaquerías de la puna; preparé una almohada en forma de montura que el muchacho se la amarraba a la cintura y a la cadera y sobre ésta colocaba a mi hija cuando nos transportábamos a caballo, ya que a mí me resultaba muy incomodo por mi barriga llevarla yo misma, pero a pesar de todo muchas veces tuve que hacerlo; nunca olvidaré cuando cruzábamos un río, el agua nos daba hasta la rodilla montados a caballo y yo iba con una hija en brazos y el otro en la barriga bajo una persistente lluvia........ Y no me paso nada, nunca me paso nada, gracias a Dios y a la Virgen!. Para el viaje a Trujillo no me preparé de gran manera, pero si necesité llevar una almohadilla debajo de la barriga para que no me golpeara la montura. Les cuento que la segunda jornada faltando aproximadamente 5 horas todavía para llegar a donde nos esperaba la camioneta me comenzó una cistitis molestosa, que me hacía bajar del caballo cada 10 min. para miccionar hasta que me acomodé un pañal adaptado provisoriamente para el caso y llegamos a Casa Blanca. Una vez en Trujillo pasé examen médico y me quedé hasta el momento de dar a luz. Lamentablemente mi esposo tuvo que regresar a la hacienda y no me pudo acompañar en este parto. El 23 de octubre fuí a internarme, pero el médico comprobó que no tenia dilatación todavía y me devolvió a mi casa. Al día siguiente 24 de octubre de 1,967 me interné a las 6 de la mañana y, como les dije antes, tenía tanto miedo de perder la criatura que pedí anestesia para no sufrir en vano, ya que el anterior, hacía 2 años, había sido un parto distócico, con un período expulsivo de 10 horas de duración. Entonces se usaba como anestesia la máscara de éter que me lo colocaron cuando comenzó el periodo expulsivo aproximadamente a las 7 y media de la mañana y me desperté a las 10 y 20 exactamente. Fue entonces cuando me enteré que había dado a luz un vigoroso y hermoso niño de 4 kilos 400 grs. de peso, sin un pelo en la cabeza, que había nacido a las 9 y media a.m. Tal vez mi experiencia de parto que les he contado les sirva para comprender que cuando una quiere llevar su embarazo de la manera más natural posible, sin buscar problemas que no existen pero con el debido control médico indispensable, puede hacerlo. Desear con toda el alma llegar a tener el hijo que esperamos es lo que nos da tantas fuerzas que aún a nosotras mismas nos sorprende. Hoy mi hijo tiene ya 46 años. Pero además a los 40 años de edad di a luz mi última hija, también en un parto natural, también felizmente casada. Pero ella nació en una etapa de mi vida donde ya no usaba los caballos como medio de transporte, no por que yo no lo quisiera, sino por que el gobierno lo había dispuesto (La expropiación de la Reforma Agraria). Ustedes se preguntarán como hice con mi bebé recién nacido para regresar a la hacienda. Cuando tenía un mes y 28 días de nacido regresamos a CALIPUY. Mi hijo Gabriel y yo íbamos juntos sobre el mismo caballo, él amarrado a mi pecho con una sábana en la misma forma como en la Sierra las mujeres llevan a sus hijos, pero sin pañolón, adelante y no a la espalda. Retomamos el trabajo como si nada hubiera pasado con un miembro más en la familia habiendo sido recibida por la gente, 5 cuadras antes de llegar a la casa, que intentaba por todos los medios agasajarme y cargar al pequeño logrando que mi regreso fuera notablemente agradable y recordado. El niño se crió con su hermana en aquel ambiente serrano que para mí nunca tuvo nada de hostil y sí mucho de maravilloso e inigualablemente bello.

Dra. Mirna Loizate  de Ganoza

Directora de Buen Nacer

 

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